LAS PRIMERAS HORAS
Debo confesar que pensé llegar al estadio luego del almuerzo. Pero gracias al consejo sabio de Ramonita Parra, quien fue nuestra anfitriona en San Juan, nos levantamos temprano y apresuramos el paso para llegar a las 9 de la mañana al estadio, ubicado en Hato Rey. Me acompañaba Omar Chía, un barranquillero radicado en España, que filmaría todo el festival para su Club de la Salsa.
Ramonita no se equivocó. Al llegar al recinto, ya había gente caminando de un lado para otro pugnando por ingresar al coloso. Todas las edades. Familias enteras, parejas de esposos. Algunos hasta en silla de ruedas, pero con el entusiasmo arriba. Banderas boricuas y diversos atuendos que resaltaban los colores de su emblema nacional se repartían por las inmediaciones. Un tráiler parqueado frente al estadio soltaba descargas de sabor a través de sus parlantes estratégicamente ubicados. La Policía Federal, por su lado, ordenaba y desviaba el tránsito. Ambiente de fiesta total. Parecía la previa de un partido de Perú por las Eliminatorias del Mundial de Fútbol. La diferencia es que en las tribunas no habría angustia, sino intenso disfrute.
Cerca del mediodía apareció en escena Barreto y su Plena. Juventud boricua rescatando lo suyo. Todo el Hiram Birthon ya empezaba a bailar. Los bacalaítos, los pinchos con pollo y con cerdo se vendían bajo un sol de 30 grados. Las cervezas Medalla y Busch saciaban la sed a 3 dólares el vaso (o tres pesitos, como dicen ellos).
LLEGÓ LA SALSA
José Lugo y Guasábara fue la primera orquesta de salsa en subir al escenario. Impecable presentación, aunque con más aires timberos de lo previsto. Pepito Gómez muy conectado con el público, con mucha energía para cantar. Al rato el cubano Isacc Delgado se sumó al canto y su sello personal, su estilo, arrancó aplausos. Lo respetan mucho en Puerto Rico.
La dinámica sería que cada artista, luego de su presentación, bajaría a la zona de prensa para una conferencia. Así fue durante toda la tarde. En ese intervalo, el encargado del sonido soltaría salsa dura en los inmensos parlantes y así la gente no se enfriaba. Bailadores y bailadoras. El que sabía bailar y el que disfrutaba una cerveza, el que estaba con la esposa y el que había ido con los amigos. Todos dispuestos al disfrute, a celebrar su día salsero con algarabía.
Bajo coloridas carpitas de colores, en la misma cancha del Hiran Bithorn, decenas de comerciantes seguían ofreciendo lo más popular de la gastronomía boricua. En lo particular, me quedo con los pollitos con papas. (Y una Medalla para aplacar la sed).
Anuncian a Pedro Conga y a correr a la zona de prensa. Sí, el conguero tiene lo suyo aunque salsita romántica que a esa hora de la tarde, apenas era un digestivo. Maelo Ruiz subió para reforzar su delantera, pero quedó en eso. La gente en la cancha y las tribunas parecía estar en otra rumba.
Luego le tocó el turno a La Mulenze. La cosa mejoró. Esto ya era salsa pal’ bailador. Afincadita y con más variantes en armonías. Cuando le tocó subir a Pedro Brull, el ambiente se puso más sabroso todavía. Pedro está en uno de sus mejores momentos. Se nota que está muy conectado con Perú (o que su última visita a Lima lo dejó gratamente impresionado). Lanzó varias veces el clásico Chimpún Callao… y mientras en Lima la gente estaba decidiendo si su alcaldesa se quedaba o no, este mortal respondía ¡Callao!... donde no hay ley seca.
EL CANO ES COSA SERIA
Otro intermedio, otra caminata por todo el estadio y ya mismo estábamos con la orquesta del Cano Estremera alistándose para lo suyo. Los locutores de radio la Zeta 93 lo anuncian y sale el albino. Tiene pinta de jovencito. Zapatillas All Stars celestes, pantalón amarillo y camisa de seda celeste. Hace una reverencia de saludo al público y luce su atuendo. Dice que ha venido bien bonito. Da unas instrucciones y arranca con “Avísale a mi contrario”. Alboroto en el estadio y él recalcando en cada soneo que es el Día Nacional del Cano Estremera. Bailadero monumental y en primera fila se nota presencia colombiana. Quizás con un punto más de euforia que los mismos boricuas. En el área de prensa, por ejemplo, los colombianos conformaban un respetable número.
El Cano en lo suyo cantando y diciendo que es el mejor, que nadie lo iguala. Aunque en un momento dijo: “mi saludo para el Patriarca (Cheo Feliciano) que a él si lo respeto yo”. El cantante, a su estilo, habló y se despachó con comentarios de toda índole en el paréntesis de cada canción. Algunas frases memorables fueron: “Yo pienso de una manera y usted de la otra, y usted tiene derecho a pensar diferente. Como también tiene derecho a pensar y vivir de manera equivocada”.
Luego, refiriéndose a Pedro Arroyo, dijo que en los últimos años estuvieron distanciados, pero que lo reconfortó haber hecho las paces antes de su partida. Le dedicó “Mi gente”, un tema que a Arroyo le encantaba. Eran cerca de las 4 de la tarde y el ambiente en el estadio estaba en su mejor momento. Al rato el Cano toma una varita y dice que es la de Harry Potter, se despacha en soneos, improvisa, baila, es un espectáculo. Escuché un murmullo cerca a mi ubicación: “es que aquí no tiene rival, está solo en la carretera”.
EL AFINQUE DE WILLIE ROSARIO
Con más de 80 años de edad, Willie subió a la tarima e hizo lo suyo. El saxofón pegajoso, los coros y su atildado toque de timbal acompañaron a sus soneros. Dos invitados especiales: Primi Cruz y Tony Vega. Tony en lo suyo y nos recordó “Mi amigo el payaso” y “Busca el ritmo”. Luego llegó Primi Cruz, quien se reencontraba con Willie luego de veinte años en escenario boricua, y por lo mismo fue un tanto más emotivo. En líneas generales, lo de Willie fue una buena presentación, pero no impactante como la del Cano. Quizás el maestro se está guardando para el concierto estelar que ofrecerá en abril por su aniversario y que reunirá a todos sus cantantes.
LUIS GARCÍA Y TODAS LAS ESTRELLAS
Como en anteriores ediciones se le encargó a Louis García conformar la orquesta del Día Nacional de la Salsa. Sonó espectacular. Desfilaron Tito Nieves, India, José Alberto El Canario y Lalo Rodríguez. Cada uno con dos o tres canciones. Clásicos como ‘Sonámbulo’, ‘Yerberito Moderno’ o ‘A la hora que me llamen voy’ contenían a la gente, aunque algunas tribunas ya tenían movimiento de retirada. En el campo, sin embargo, la euforia se mantenía. Y aquí ingresamos a dos momentos cumbres: por un lado cuando Tito Nieves interpreta ‘Mi Gente’ y se acoplan al soneo Lefty Pérez, Camilo Azuquita, Victoria Sanabria, Cheo Feliciano y el colombiano Alex López. Improvisación, pisada de coros y talento en homenaje a Pedro Arroyo, al amigo que ya no estaba. Louis García controló magistralmente a los cantantes, cada vez más encendidos. Terminó la descarga de fraseos y subió Cheo Feliciano. Aplauso general al maestro y a gozar con Cheo. Solo cantó dos canciones y, con una mirada directa a Louis García, entendimos que se acercaba el final.
El director marca la batuta y se escucha “Gracias, Pedro”, composición de Ramón Rodríguez. En la letra se recalcaba que él siempre estaba ahí, cuando un músico o cantante lo necesitaba. Ahora ellos estaban con él, recordándolo en la fiesta que él creó. Victoria Sanabria monumental, Luisito Carrión cantando y añadiendo su retador ‘histeria Puerto Rico, histeria boricua’. Más cantantes, más soneros. Al escenario Camilo Azuquita, Tito Nieves, Pedro Brull, Jerry Medina, Lefty Pérez y Lalo Rodríguez.
Una fiesta de sentimientos, un carnaval de emociones en la tarima. Fuegos artificiales en el Hiram Bithorn y un final de fiesta inolvidable. La salsa celebró su día. No estuvo el creador de la fecha. Pero tengo la impresión que su espíritu rondó. Salgo del estadio y me voy silbando ‘como el moriviví’. Ya tengo algo más por contar.
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