Para sus detractores, Thelonious Monk fue apenas un maníaco
depresivo con rasgos esquizoides. Para la posteridad, en cambio, es una de las
figuras más rutilantes de la historia del Jazz . Tres décadas después de su
muerte, el mito sigue creciendo.
Para que se entienda de entrada: a lo largo de su vida, Thelonious Monk
compuso unos setenta temas que tocó una y otra vez en los más diversos
contextos: solo, en trío, en cuarteto, en sexteto, con big band. Cada uno de
ellos, así como cada una de las interpretaciones grabadas de esos temas, fueron
objeto de análisis del escritor francés Yves Buin, quien, en un libro publicado
en 1988, trazó una curiosa biografía de todo lo que Monk compuso. Esas piezas,
en virtud de las muchas interpretaciones realizadas por otros músicos, hoy son
standards del repertorio jazzístico; vale decir, temas que todo el mundo conoce
y que todos tocan para medirse con ellos y con otras versiones precedentes.
Resulta entonces saber que si hablamos de versiones, Duke Ellington es el único
músico de jazz que supera a Monk. Frente a los setenta temas de Monk, Ellington
compuso más de mil. La desproporción es enorme, por eso, el hecho de que la
atención de los músicos haya favorecido a Monk de esa forma habla a las claras
de su importancia, del sostenido interés que existe por sus composiciones y de
su enorme actualidad, méritos sin duda extraordinarios para cualquier músico.
A lo dicho se suma el personaje: un hombretón de casi un metro noventa,
generalmente vestido con elegancia y munido de una colección de curiosos
sombreros, que abandonaba el piano en el medio de una actuación y, luego de
bailotear un rato alrededor del escenario, dejaba solos a sus músicos, según
describe con toda nitidez Julio Cortázar en uno de los textos. Esta es entonces una de las claves para que,
con independencia de sus méritos, se siga hablando de Thelonious Monk: a fuerza
de talento y de extravagancias, en ausencia de verdaderas explicaciones, todos
lo que lo conocieron tienen una anécdota para contar sobre él. Como, por
ejemplo, la vez que perdió su permiso para tocar en Nueva York por haberse
hecho responsable de un poco de marihuana que llevaba consigo su amigo Bud
Powell, quien ya había estado preso por tenencia de drogas. Pero, como suele
suceder cuando se construye un relato con catadura de leyenda, está viciado de
los agregados y supresiones que la repetición impone.
Y lo mismo sucede con la presunta locura de Monk que, para algunos,
explicaría su genio. De hecho, según los dichos de este último, para entonces,
el antes afable Monk ya no hablaba. Y lo curioso es que nadie sabe qué tenía.
Como en muchos otros aspectos de su vida, son más las hipótesis que las
evidencias. Para algunos, era un maníaco depresivo. Para otros, un
esquizofrénico. Muchos pensaban que las varias internaciones que sufrió y las
medicaciones recibidas le habían producido daños irreversibles en el cerebro.
Otros, que como muchos músicos de su generación, había abusado de las drogas.
Finalmente, hay quien simplemente supuso que Monk siempre estuvo loco. ¿Cómo
explicar, si no, la súbita excitación que a veces lo acometía y que lo llevaba
a pasar horas gesticulando ampulosamente y en silencio en un rincón de su casa?
¿Y por qué en un momento determinado dejó de hablar, abandonó el piano?.
Ahora se sabe de manera exacta que Thelonious Monk nació el 10 de
octubre de 1917 en Rocky Mount, Carolina del Norte. En 1922 su familia se mudó
a Nueva York. Un año más tarde, empezó a tocar el piano e ir a la escuela, que
abandonó en los últimos años de la secundaria. Para entonces, trabajaba como
organista, acompañando a un predicador evangelista itinerante que, de acuerdo
con las recientes investigaciones de Robin D. G. Nelly, pudo haber sido una
mujer no ordenada. Mientras tanto, se iba forjando un estilo propio, que mucho
le debe al stride, una derivación del ragtime, que podría resumirse en estos
términos: mientras la mano izquierda del pianista deambula por el teclado de
una nota baja a un acorde, estableciendo la pulsación y el fundamento armónico
del tema, la mano derecha improvisa elementos melódicos rápidos y muy
sincopados. Técnicamente difícil, el stride nació poco antes de 1920 y fueron
sus cultores, James P. Johnson y Fats Waller, entre otros. Willie “The Lion”
Smith y, algo después, Duke Ellington lo perfeccionaron. Tal es así que se
cuenta que la primera vez que Ellington oyó una grabación de Monk tocando
stride pensó que el que tocaba era él mismo y le señaló extrañado a su
interlocutor que no recordaba cuándo había grabado eso. Esa marca de fábrica,
que Monk retendría para siempre como piedra angular de su estilo, resultaba
algo anticuada en 1938, cuando abrió sus puertas Minton’s Playhouse. A ese club
de jazz del saxofonista Henry Minton acudían los músicos para tocar después de
haberse presentado con otras orquestas en otros clubes de la ciudad. Fue el
reino de Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Bud Powell, Charlie Christian, Kenny
Clarke, Max Roach y tantos otros que, como es de dominio común, contribuyeron a
inventar el jazz moderno a partir del estilo conocido como bebop.
En 1940, Monk se convirtió en el pianista regular de Minton’s y, si bien
nunca respondió a los cánones del bebop, por su economía fue una referencia
central para muchos músicos. El resto, como siempre, es historia. Así lo ve
Frank Tirro, cuando anota: “Thelonious Monk fue un caso aparte, considerado un
excéntrico incluso en el seno de la excéntrica comunidad del bebop. Siempre dio
la impresión de haber generado una técnica propia y de carácter completamente
autodidacta, no influida por la escucha de otros maestros. Su influencia fue
decisiva sobre Miles Davis, John Coltrane, Sonny Rollins y muchos otros. Su
enfoque anacrónico de lo que debía ser la melodía, la armonía y el ritmo de una
pieza jazzística, así como su técnica percusiva, angular y disonante ejercieron
una influencia seminal sobre infinidad de artistas jóvenes, al demostrar que el
jazz podía ser interpretado y reinterpretado desde muy distintos ángulos.
Carentes de adorno y marcadas por la lógica y la consistencia, sus
composiciones quizás constituyan el principal legado de este músico”.
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