Hay mucho de nobleza en un nombre que de un tirón y siempre suena a
titán y a curandero, y en un hombre que apalabrando se regodeaba remendando
penas. A tite curé. Curita pa’ las penas. Bálsamo, Agüita de ajonjolí para los
pobres soy.
Catalino el catador, con las cinco vocales en el nombre y apellido. Ese
es el Tite, el hombre que diseñó y replicó el armazón de la afrorriqueñidad
sónica del Siglo XX.
Cheo Feliciano lo llama “el dueño y señor de la música” por tres
décadas, de los 6os a los 90s. Rubén Blades lo considera “uno de los mejores
compositores del Caribe, si no el mejor”. Pero esa justicia no es nueva. Que
Catalino “Tite’ Curet Alonso era prodigioso no está en duda. ¿Cómo lo fue?, ese
es el detalle. Astucia y deseo y dos mil canciones escritas, o algo así, y las
voces conocidas Cortijo, Ismael Rivera,
La Lupe, Cheo Feliciano, que reverdecieron con él y lo condujeron a otros
horizontes. Los que lo conocen de eso es de lo que hablan, de su verticalidad.
Un hombre vertical se define por su horizontalidad. Es el trayecto el
que lo verticaliza. El reto de Sonó, sonó: Tite Curet , era reformular el
recorrido de un hombre que fue tantas cosas y que vivió siempre con la añoranza
de un cartero como el que también fue, de los que se sabían de memoria las
rutas y sin teléfono móvil ni GPS recorrían barrios sin pudor ni miedo,
sonriendo, qué mas, tomando café en la esquina y conquistando perros
callejeros. En la horizontalidad de la ruta, tramaron recobrar al Tite que en
guagua llegaba a Loíza y bailaba en la calle y hablaba con los vecinos y los
vendedores de empanadillas, tomando en serio sus palabras, guardando sus voces
en una grabadora, aquilatándolas luego en el balcón de reposo de un amigo
artista, Samuel Lind. Y así los fragmentos de la rima y obra de Tite Curet
Alonso se suceden en las voces de los cantantes, locutores, disqueros y
académicos que se asoman a Tite curé también de un tirón adjetivando al
periodista y escritor y cronista: “un negrito chévere… un alma de Dios”, como
lo llama el locutor Rafy Torres. “Un genio… con olfato”.
Genio sería, mas no un genio acartonado. Tite no fue ni es del Olimpo.
No se subió a nada y por eso nunca se cayó de pedestales. Daba los pasos que
permiten rozar con las cosas con las que otros no rozan. En los sueños que
venía domesticando a pie, componía al ciudadano de los lugares específicos de
una patria. No venía a disolver ni a limpiar. Venía a mostrar el deleite de la
revelación terrible o bellamente urgente.
Como menciona Juan Otero Garabís,
las composiciones de Tite serían música de pertenencia que “le viene a dar voz
a esa imagen” del negro de los Clemente, Cepeda, Pellot que ya brillaban en el
deporte y en la vida y en la imaginación tomando “el orgullo de la negritud,
trasladándolo del cuerpo hacia la cara”. Y así es que brilla el betún amable de
clara poesía. Y así es que en “Pa los caseríos” interpretada aquí por Fe
Cortijo, Ismaelito Rivera y Juan Pablo Díaz hay intención de lucha: Que nadie
los vuelva a mirar, óyelo bien, óyelo bien por encima del hombro.
Curet Alonso escribía para que otros lograran enfocar con mayor
precisión. Desafiaba escribiendo en negro y blanco, cambiando el orden de los
factores. Él era residente de su isla, conocía su composición, mientras otros
compositores eran turistas en el trópico, que buscaban imágenes en vez de
relaciones. Tite era nudo de relaciones, como lo muestran las entrevistas a
Cheo Feliciano, Trina Medina y Rubén Blades. Y además, filtraba y comentaba
sobre el jardín ficcionalizado y mentiroso de las tres razas unidas que se le
impuso a la isla, le quitaba el insistido e inexistente barniz a la trilogía
que equitativa nunca fue.
Tite vivió y narró la soterrada metástasis del país y lo que éste
incubaba. Liberó energías arriesgándose. Al fin y al cabo, lo que sonó sonó y
le cantaron en su entierro, como merecía. Aquí también había espacio para más
canciones. Es que Tite es antisaciogénico: No hay Tite que pueda cansar, ni
oído que se resista.Y aunque el populismo del Popular antes ha pecado de
artificios y sentencias, el cuidado que se delata en Sonó sonó logra gestos de
cariño de en un año de producciones y campañas de publicidad controvertibles y
decisiones erradas. No hay cambios de letras ni mensajes forzados. Esta vez,
hay más llaneza y más lleneza. Los especiales de Navidad anteriores se han
insertado en la discusión pública, y no siempre han sido muy populares, pero
éste es el más callejero, el más sudoroso y el más feliz de todos. Quizás
también sea el más eterno. Tiene agüita de ajonjolí.
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